El bosque parecía respirar a su alrededor. Cada hoja, cada rama, susurraba secretos antiguos. Pero para Elena y Darek, ese susurro era una advertencia.
—Lo siento —dijo Elena, mirando hacia el oscuro manto que se extendía más allá de los árboles—. No estamos solos. Darek alzó la vista, sus ojos brillando con determinación. —Los sabuesos del abismo no tardarán en encontrarnos. Pero no huiremos. Esta vez somos nosotros quienes cazamos. Avanzaron entre la maleza, con el pulso acelerado, cada paso medido, cada sentido en alerta. La marca del pacto ardía débilmente en sus palmas, recordándoles que ya no eran solo dos, sino una fuerza unida. De repente, un aullido cortó el aire, lejano pero claro. Elena tensó los músculos. —Los lobos —susurró—. Estamos cerca de su territorio. Darek asintió. —Si logramos su apoyo, tendremos una oportunidad. Pero no serán fáciles d