Elena observó a los lobos reunirse en círculo. Algunos permanecían en forma humana, otros seguían con sus cuerpos de bestias, pero todos irradiaban una mezcla de poder salvaje y solemnidad. Darek, aún herido, se mantenía cerca de ella. Aren, el líder, no despegaba los ojos de Elena.
—Hace más de doscientos años —dijo Aren con voz grave— nuestras manadas se aliaron con el aquelarre de las Brujas del Velo. Fue un pacto sellado con sangre y luna, cuando las grietas del mundo comenzaron a abrirse por primera vez. Elena frunció el ceño. —¿Por qué nunca lo supe? —Porque el pacto se rompió —intervino una loba de pelaje rojizo que tomó forma humana: una mujer alta, de rostro firme y mirada escudriñadora—. La última vez que una bruja pidió nuestra ayuda… murió traicionada. Elena bajó la mirada. No tenía respuestas, pero las voces de sus ancestras parecían susurrar dentro de su piel, como si la magia despertara al oír esa historia. —