El aire cambió apenas Kael y Sareth atravesaron el umbral.
Era una sensación sutil al principio, como si algo los observara desde lejos, sin acercarse, pero tampoco apartar la mirada. El plano era silencioso, virgen, sin forma definida. Nada se alzaba más allá del suelo de piedra pálida y una neblina suave que flotaba sin viento.
Sareth fue la primera en hablar.
—Aquí no ha vivido nadie.
Kael asintió, los sentidos tensos.
—Tampoco ha muerto nadie. No hay memoria. Solo… potencial.
La energía vibraba bajo sus pies como una cuerda que no había sido pulsada aún. Y eso lo volvía perfecto.
—¿Podríamos sellarlo con magia del Velo? —preguntó Kael.
—Sí. Pero una vez que lo hagamos, este plano será suyo —respondió Sareth, mirando alrededor—. De Eidan. Su refugio. Su prisión. Depende de lo que haga falta.
Kael no dijo nada. No necesitaba hacerlo. Ambos sabían lo que estaba en juego. El silencio entre ellos era denso, pero no incómodo. Compartido. Como si por fin estuvieran respirando el mismo ai