Tabar siguió a Zarah en silencio a través de los pasillos, sólo el sonido de los pasos sobre la piedra negra los acompañaba. Decidió no decir ni una palabra hasta llegar a la biblioteca, estaba convencido de que los nervios lo traicionarian arruinando por completo la buena fortuna que estaba teniendo esa mañana. En general, Zarah se limitaba a aceptar con cortesía cada invitación para luego fugarse el resto del día a un lugar donde él no pudiera encontrarla. Era la primera vez que su esposa lo acompañaba a uno de los planes que había propuesto.
En esa silenciosa caminata notó, con un disgusto que se fue intensificando con cada paso, que mientras que los sirvientes reverenciaban a Zarah educamente, las sirvientas no hacían frente a ella más que un gesto sutil de la cabeza y dirigían sus saludos más formales solo hacia él. Supo enseguida que esa diferencia era culpa de la influencia de Ada como Superiora del Castillo Negro. Todos los sirvientes y guerreros estaban bajo el mando del Guar