DOMINIK
—Bueno, esto parece bien. Tus valores volvieron a lo que se puede considerar normal teniendo en cuenta tu enfermedad.
—¿Entonces soy libre? —inquirí ilusionado desde el sofá.
Ulrik, que tenía una tablet en la mano y revisaba los resultados de mis últimos exámenes de sangre, me miró con cierta acusación y fastidio, y me acomodé en el mueble con una sonrisa de fingida inocencia.
—No exactamente. Dom, tienes que descansar. Tu cuerpo ha sufrido demasiado estos días como para que te lo tomes a la ligera, y lo sabes.
Solté un respingo desilusionado y me dejé caer de lado en el suave sofá.
—De acuerdo… —mascullé como niño regañado.
—Nada de sexo por al menos una semana más.
—En un par de semanas se casan Blake y Ryan.
—Nada de alcohol por lo que queda de noviembre. —Lo miré con ojos acusadores y decepcionados y él soltó la risa—. Mírate, pareces un niño.
—Me siento como uno.
—¿Qué tal van tus cosas? —preguntó mientras arrastraba su dedo por la pantalla. Ambos sabíamos a qué se referí