DOMINIK
Suspiré, en tanto la curiosidad se apoderaba del gesto de la castaña. Volteó hacia mí y se acercó unos pasos.
—¿Qué le hiciste?
—Supongo que la rechacé sin una confesión —contesté como si nada y me encogí de hombros—. La verdad no me importa.
Y eso era así. No me importaba.
Pero ella frunció el ceño.
—Vaya, ¿cómo es que puedes desconectar tus sentimientos con tanta facilidad? ¿No es ella una amiga tuya?
—Lo es, supongo, pero puede dejar de serlo si se mete en nuestro camino; para ser franco, no me importa. No me gusta que la gente trate de jugar conmigo como si fuera un idiota.
Cierta molestia se dejó sentir en mi tono, y ella lo notó.
—¿Estás así porque te hizo molestar? —Su voz era queda, casi consoladora.
Se preocupaba por mí, pero Nicole le valía mierda.
—No sé por qué algunas personas a mi alrededor piensan que soy influenciable —murmuré y, tras suspirar, la invité a pasar.
Me miró con cierta complicación y, una vez dentro, se acercó y besó mi mejilla.
—No creo que seas i