64. El monstruo.
El monstruo
Por suerte, esta vez Máximo no parecía haber bebido. Lo necesitaba completamente lúcido para la conversación que estábamos a punto de tener. Me sentía cansada, bastante agotada, la verdad, por todo lo que había sucedido durante el día, pero necesitaba enfrentar eso de una vez por todas.
Entramos a la habitación de Máximo. No había entrado en ella ni una sola vez desde que él había alquilado esa casa; lo veía como su espacio. Además, los sentimientos que el hombre tenía por mí me impedían invadir su intimidad. Sabía que no era lo correcto y que no era necesario; lo mejor era mantener la distancia. Pero en ese momento necesitábamos privacidad. No quería que Maximiliano entrara en cualquier momento en alguna otra de las habitaciones.
Cuando estábamos adentro, me volví para mirarlo.
— ¿Dónde estuviste hoy todo el día? — me preguntó — . Me dijeron que te vieron con el desgraciado de Santiago, saliendo de los laboratorios.
— Sí, lo sé. Estuve todo el día con él. Estábamos inv