30. Trabajo duro.
Samuel era un científico incansable. Cuando llegué muy temprano en la mañana a los laboratorios de la empresa de Santiago, el hombre ya estaba ahí apenas el sol comenzaba a despuntar por el horizonte. Yo me pregunté:
— Entonces, ¿a qué horas había llegado?
— Buenos días — le dije.
Él me saludó alegremente.
Lo último que quería ese día era preocuparme por las cosas que había presenciado los días anteriores. Tanto Máximo como Santiago… no quería hablar de ellos ni pensar en ellos. Lo único que siempre me había salvado de las constantes depresiones y el estrés era el trabajo. Cuando me encerraba en mí misma y en mi trabajo, las cosas siempre salían bien. Eso era lo que tenía que hacer en ese momento: ver la venganza que me había traído entre manos como un trabajo. Era un trabajo desagradable, pero que tenía que hacerse.
Tenía que ser capaz de hacerlo: si ayudaba a la farmacéutica a arreglar su medicamento para el sueño, Santiago confiaría en mí. Y entonces ya después vería cómo