174. La trampa en París
Desperté cuando el avión tuvo una fuerte sacudida. Algo asustado, ni siquiera me había dado cuenta en qué momento me había quedado dormido, pero ahí estaba. A través de la ventana podía ver cómo se acercaba el avión, poco a poco, al suelo. Máximo, a mi lado, permanecía imperturbable, como si no fuese prácticamente una misión suicida. Me pasé las manos por el rostro. Nunca en la vida me imaginé que iba a terminar en Europa un día como esos, en una misión tan complicada, al lado de un mafioso que había odiado por muchos años y que había intentado destruir mi organización manipulando a mi exesposa, de la cual se había enamorado.
— Sé lo que estás pensando — dijo Máximo — . Esto es una locura.
— ¿Y crees que no lo es?
— En realidad sí lo es — soltó, medio sonriendo, medio en serio — . Pero si tenemos suerte, todo va a salir bien.
— Claro — le dije con impaciencia — , ahora tenemos que depender de la suerte. ¿Y cuándo no hemos tenido que depender de ella?
— Todo va a estar bien, ya