13. Celos.

Cuando llegué a casa esa noche estaba terriblemente enojado con Valeria, tanto que estaba seguro podría echarla de repente.

—No puedo creer que hubieras hecho eso —le grité después de que llegué a la sala principal de la casa, la misma casa en la que había vivido con Isabel, la que había convertido en un lugar con ella y que yo mismo había destruido.

—¿Y entonces tú qué querías que hiciera? —me preguntó también con un tono muy enojado.

—Yo solo quería, maldita sea, que te comportaras. ¿Cómo fuiste a agredir a una de las científicas potenciales que puede sacarnos de la ruina que se nos viene encima?

Pero Valeria estaba ensañada.

—Yo no quiero a esa perra en mi empresa —gritó.

Pero yo la miré entrecerrando los ojos.

—Tú nunca lo has entendido, ¿verdad? Esa no es tu empresa, es mi empresa, y voy a hacer lo que considere correcto para salvarla, sin importar si a ti te gusta o no, ¿entiendes?

—No me importa. No quiero a esa mujer cerca de mi esposo, no después de todo lo que pasó.

Yo quise
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