Cap. 120: No voy a ocultarte nada.
El dormitorio de Nathan estaba bañado por la luz blanca del mediodía que se filtraba entre las cortinas abiertas, cubriendo las sábanas arrugadas de un calor tangible. Las paredes parecían contener la respiración, y la ciudad afuera era solo un murmullo apagado por la piel.
Marie estaba sobre él.
Sus caderas se movían con un ritmo fluido, calculado e instintivo. Los muslos firmes lo envolvían, y cada vez que descendía, un gemido tembloroso se escapaba de su garganta.
—Nathan… —jadeó ella, con la cabeza hacia atrás, los ojos cerrados, el cuerpo entregado por completo.
Él gruñó por debajo, aferrándose a su cintura con ambas manos, guiándola con fuerza contenida. Su espalda se arqueó ligeramente al sentirla hundirse una vez más sobre él, estrecha, húmeda, abrazándolo con cada embestida profunda que lo hacía perder el control.
—No pares —murmuró, la voz ronca, los dientes apretados por la tensión del placer contenido.
Ella obedeció, con la boca entreabierta, gimiendo más alto cuando lo sin