April Collins lo amó con todo su corazón. Logan Montgomery la traicionó de la peor manera. Obligada a vivir en las sombras, fue su esposa secreta… hasta que él la desechó como si nunca hubiera significado nada. Firmó el divorcio sin decirle que estaba embarazada. Cinco años después, ya no es la mujer vulnerable que él dejó atrás. Ahora es la ejecutiva más poderosa de Callahan Corporation, la empresa que ha puesto en jaque el imperio Montgomery. Cuando Logan la ve de nuevo, lo primero que siente es furia. Cuando descubre que nunca lo dejó de amar, lo que siente es desesperación. Pero cuando se entera de la verdad… su mundo se desmorona. April tiene tres hijos. Sus hijos. Tres pequeños que crecieron sin él. Tres razones por las que April no piensa dejar que vuelva a entrar en su vida. Pero Logan nunca dejó de amarla. No fue su decisión perderla… Y ahora que la ha encontrado, no la dejará ir otra vez. Un romance lleno de secretos, traición y segundas oportunidades. Porque algunas verdades nunca deberían ocultarse… y algunos amores jamás mueren. Registrada el 10/03/2025 Bajo el código: 25031XXXXX832 Esta es una obra de ficción. Los personajes, eventos y situaciones descritos son producto de la imaginación del autor. Cualquier semejanza con personas reales, vivas o fallecidas, o con hechos reales, es pura coincidencia. Todos los derechos están reservados. Esta historia no puede ser copiada, distribuida, adaptada ni publicada total o parcialmente sin el consentimiento expreso del autor. Gracias por respetar el trabajo y esfuerzo detrás de esta historia.
Ler maisLa palabra Positivo brilló con intensidad en la pequeña pantalla del test de embarazo, iluminando el rostro de April con una emoción indescriptible. Su corazón latía con fuerza, mientras sentía que su mundo entero cambiaría en un instante. Estaba embarazada.
Las lágrimas brotaron en sus ojos, pero no de tristeza, sino de una felicidad absoluta. No podría haber mejor regalo para Logan que esa noticia. En apenas una semana celebrarían su primer aniversario de casados, y finalmente podría darle algo que ni siquiera él esperaba: sería padre.
Se miró en el espejo del baño, acariciando su vientre aún plano. Su largo cabello castaño caía en suaves ondas sobre sus hombros, y su piel clara tenía un rubor especial por la emoción del momento. Sus ojos, de un verde brillante y expresivo, reflejaban el amor inmenso que sentía por su esposo.
—Vamos a ser una familia de verdad —susurró, dejando escapar una sonrisa ilusionada.
A pesar de que su matrimonio se mantenía en secreto, a pesar de que vivía prácticamente sola en ese apartamento porque Logan no siempre podía quedarse por las noches, ella había esperado pacientemente el día en que todo cambiara. Sabía que la familia Montgomery jamás la aceptaría como la esposa del futuro CEO, pero eso no importaba. Logan la amaba.
Y ahora que un bebé venía en camino, todo sería diferente.
Esa noche, April no esperaba verlo. Logan estaba de viaje. Pensaba prepararle una sorpresa especial, quizá una cena romántica, envolver el test de embarazo en una cajita elegante y entregárselo junto a una carta.
Pero el sonido de la puerta abriéndose la tomó desprevenida.
Se giró y lo vio de pie en la entrada del apartamento, con su imponente presencia llenando el espacio.
Logan Montgomery siempre había sido un hombre que desbordaba poder y elegancia. Su estatura alta y su porte recto lo hacían ver inalcanzable. Cabello oscuro, perfectamente peinado hacia atrás, con mechones rebeldes que enmarcaban su frente. Su piel, de un tono bronceado, contrastaba con la camisa blanca impecable que llevaba bajo su abrigo de diseñador.
Pero lo que más la impactaba siempre eran sus ojos azul acero, profundos y enigmáticos. Ojos que, en ese momento, la miraban sin emoción.
El corazón de April dio un vuelco.
—¡Logan!
Sin pensarlo, corrió hacia él, se lanzó a sus brazos y lo envolvió en un abrazo apretado, besándolo con amor.
Pero algo estaba mal.
Él no la abrazó de vuelta. No la besó. No hubo emoción en su mirada.
El frío que emanaba de su cuerpo era gélido, cortante, brutal.
April retrocedió levemente, con el ceño fruncido, tratando de entender qué sucedía. Logan metió la mano en el interior de su abrigo y sacó unos documentos. Sin mirarla a los ojos, se los extendió.
—Lee esto.
La alegría en el rostro de April se congeló. Sus manos temblaron al tomar los papeles, sintiendo que algo dentro de ella se desgarraba antes incluso de leer el contenido. Su vista se nubló y un nudo se formó en su garganta cuando distinguió el título en la primera página.
Divorcio.
El aire se le escapó de los pulmones.
—¿D-Divorcio? —su voz fue apenas un susurro. Su pecho se oprimió con una angustia sofocante. Sus ojos subieron hasta encontrarse con los de Logan, ojos que tantas veces la miraron con amor, pero que ahora eran dos abismos vacíos, crueles e indiferentes.
—¿Por qué? —logró preguntar con un hilo de voz—. ¿Ya no me amas? ¿Qué pasa, Logan? ¡Habla!
Él no vaciló. No mostró remordimiento. Su voz fue fría como el hielo cuando dijo:
—Ya me aburrí de ser tu esposo.
April sintió como si la hubieran golpeado en el estómago.
—¿Qué...?
—De jugar a las escondidas, de esta farsa absurda. ¿No lo entiendes, April? Voy a ser el nuevo CEO de Empresas Montgomery. Necesito una mujer de mi misma clase, no a mi asistente convertida en esposa secreta.
El golpe fue devastador. Su corazón se rompió en mil pedazos.
—Pero… y todo lo que sentimos, lo que hemos vivido este año —susurró, negando con la cabeza, sin poder creer lo que escuchaba—. Me dijiste que me amabas. Que estaríamos juntos sin importar nada.
Logan soltó una carcajada cruel, una que jamás había escuchado de él.
—¿Y tú me creíste? —murmuró con burla—. Pobrecita.
El alma de April se desmoronó. Las promesas, los momentos juntos, todo se convirtió en una mentira en cuestión de segundos.
—Entonces… ¿por qué te casaste conmigo? —preguntó con la voz rota, con los ojos llenos de desesperación—. ¿Por qué hiciste que creyera en ti?
Él la miró, y la siguiente frase salió de sus labios con la misma frialdad con la que uno aplasta a un insecto.
—Porque fue divertido mientras duró.
April dejó de respirar.
Un vacío inmenso la consumió por dentro. Sus piernas temblaron. Sus manos apretaron los papeles del divorcio con tal fuerza que sus nudillos se volvieron blancos.
Logan la miró sin el más mínimo rastro de emoción. Sus ojos eran fríos, vacíos, indiferentes.
—Firma los papeles, April —ordenó, con una calma cruel—. No hagas esto más difícil de lo que debe ser.
Las manos de April temblaban. Su visión estaba borrosa por las lágrimas que luchaban por salir, pero no iba a darle la satisfacción de verla llorar. Tragó con dificultad y miró los documentos otra vez.
Cada palabra era una daga que le perforaba el alma.
Solicitud de divorcio por mutuo acuerdo.
Renuncia a cualquier derecho sobre los bienes de Logan Montgomery.
Quince días para abandonar su puesto en Empresas Montgomery.
Los recuerdos se agolparon en su mente con violencia. Las noches de pasión y risas. Las promesas susurradas al oído. Los “te amo” que pensó que eran reales.
Todo había sido una mentira.
Y ahora estaba sola.
Sola… y embarazada.
Sintió un nudo formarse en su estómago, no solo por la angustia, sino por la pequeña vida que crecía dentro de ella. El hijo de Logan Montgomery.
El dolor le revolvió el alma, pero alzó el rostro con una determinación forzada. No le daría el placer de verla rogar.
Tomó el bolígrafo con manos temblorosas y, sin leer más, deslizó la punta sobre el papel.
Firmó.
Cada trazo era como una sentencia de muerte para su corazón.
Cuando terminó, dejó el bolígrafo sobre la mesa y alzó la vista. Logan la observaba con la misma frialdad con la que uno miraría un trámite cualquiera.
—Bien —dijo, tomando los documentos sin siquiera mirarlos—. En quince días te quiero fuera de la empresa. Te daré una buena indemnización para que desaparezcas de mi vida para siempre.
Las palabras fueron un golpe directo a su pecho.
Logan Montgomery, el hombre al que había amado con todo su ser, le estaba dando un cheque para que se esfumara como si nunca hubiera existido.
April sintió que algo dentro de ella se rompía en mil pedazos.
Pero no le respondería. No le daría el gusto de ver cuánto la estaba destruyendo.
Apretó los labios y se quedó en silencio.
Logan ni siquiera esperó una reacción. Se giró sin mirar atrás y caminó hacia la salida.
El sonido de la puerta al cerrarse marcó el final de todo.
April sintió que su cuerpo se desplomaba en el suelo. Un sollozo desgarrador se le escapó de los labios, ahogándola.
Se llevó la mano al vientre, como si pudiera proteger lo único que le quedaba.
—No estás solo bebé —susurró con la voz quebrada—. Mamá está contigo.
Pero en ese momento, ella se sintió más sola que nunca.
Cap. 27: ¿Se van a casar?Luisana entró al apartamento de Axel con pasos pausados. Él cerró la puerta tras ella y dejó las llaves sobre la consola sin mirar.Habían salido a cenar como una pareja normal. Como dos personas que aún se buscaban en medio del vacío. Hablaron de temas ligeros, evitaron los silencios incómodos, brindaron. Fingieron. Pero ahora, con la ciudad apagada detrás de los ventanales y la luz cálida encendiendo la estancia, todo parecía inevitablemente más real.Axel aflojó los puños de su camisa mientras la observaba dejar su bolso sobre el sofá.—Gracias por invitarme —dijo ella, girando lentamente para mirarlo—. Supongo que necesitábamos esto.Él asintió.—Sí. Ha sido un día complicado.Luisana cruzó la sala, deteniéndose frente a la barra de la cocina. Apoyó las manos allí y lo miró con una mezcla de nostalgia y determinación.—¿Te acuerdas cuando solíamos terminar las noches así? Tú con vino, yo con tu camisa puesta y ninguna preocupación.Axel esbozó una sonrisa
Cap. 26: Me quedo con usted. Aria alzó la mirada. Sus ojos se encontraron con los de Axel y, por un momento, vaciló. Pero luego suspiró con cansancio, como si por fin decidiera dejar de cargar sola ese peso.—Porque me ha hecho la vida imposible desde que me casé con él —respondió con voz baja—. Me ha humillado, controlado, aislado. Me ha golpeado, me ha obligado a estar con él cuando yo no quería… muchas veces.Axel se quedó inmóvil. Su expresión no cambió, pero sus ojos sí. Había escuchado demasiadas historias parecidas, pero cada una dolía igual. Cada vez.—¿Le pediste el divorcio?—Varias veces. Me lo negó siempre. Decía que si lo hacía, me quitaría a Nina. Que él tiene contactos, que un juez jamás me la dejaría a mí. Que soy nadie. Que no tengo cómo demostrar nada.—¿Y por eso huiste?Ella asintió con los labios apretados.—Lo hice porque me cansé, porque no quiero que Nina crezca viendo todo lo que su padre me hace, mi hija no merece eso. Axel respiró hondo. Su tono cambió un
Cap. 25: Tenemos que ayudarla. La voz de Axel fue más que una pregunta; fue un latigazo de sorpresa.Aria se irguió, con la frente en alto, aunque sus ojos reflejaban una mezcla de incomodidad y dignidad contenida.—Buenos días, señor Montgomery —saludó con calma, aunque en su interior el corazón le retumbaba con fuerza—. Lamento haberme ido así. No fue lo correcto dejarle solo una nota, pero no sabía qué otra cosa hacer.Axel dio un paso al frente, aún sin apartar la vista de ella.—¿Qué estás haciendo aquí?Luisana se acercó desde el pasillo y respondió antes de que Aria pudiera decir nada.—Me vino a contar la verdad —dijo con voz firme—. Ya sé que entre ustedes no pasó nada. Solo fue un malentendido. Fui injusta contigo y con ella.Sus ojos se clavaron en los de Axel. Luisana hablaba con una mezcla de humildad y resolución que él no había esperado.—Lo siento. A ambos.Hubo un silencio breve. Axel desvió lentamente la mirada hacia Aria, y sus ojos se suavizaron.—Tuviste el valor
Cap. 24: EL inicio de una amistad. Luisana bajó la mirada hacia la niña y, suavizando el gesto, se acercó a ella.—¿Tienes hambre, pequeña?Nina asintió con energía. —Sí, mucha. No hemos desayunado.Luisana inspiró profundo, su voz se volvió dulce.—Entonces te daré leche calientita, frutas y galletas. ¿Te gusta?Los ojos de Nina se iluminaron de inmediato.—¡Muchísimo!Sin añadir más, Luisana se dirigió a la cocina. Calentó la leche con cuidado, cortó un plátano y algunas fresas en trozos pequeños, sacó un puñado de galletas de mantequilla y acomodó todo en una bandeja sencilla pero acogedora. La colocó sobre la mesa de la cocina, junto a una silla acolchada.—Ven, pequeña. Come tranquila —le dijo, acariciándole el cabello.Nina se sentó obediente, agradecida, y comenzó a comer con pequeños bocados, como si disfrutara cada sabor.Luisana caminó de nuevo hacia la sala, donde Aria la esperaba de pie, como si no supiera si debía sentarse. Pero Luisana señaló el sofá con la cabeza, sin
Cap. 23: Quiero que me escuche. La mañana apenas clareaba sobre la ciudad cuando Aria, con el rostro marcado por el desvelo, llegó al apartamento donde vivía Luisana. Llevaba a Nina de la mano, bien abrigada, con las mejillas sonrosadas por el aire fresco.Dudó antes de tocar el timbre, pero lo hizo. Una vez. Dos. Hasta que la puerta se abrió bruscamente.Luisana apareció con el rostro demacrado, el cabello revuelto y los ojos enrojecidos por las lágrimas de la noche. Llevaba puesto un suéter ancho sobre su pijama de seda, sin una pizca de maquillaje, y con la expresión de alguien que no había dormido en absoluto.—¿Qué quieres? ¿Qué haces aquí? —preguntó con voz ronca y mirada fría.Aria bajó ligeramente la cabeza, pero sostuvo la mirada.—Quiero que me escuche.—No tengo nada que escuchar —respondió Luisana, y comenzó a cerrar la puerta.Aria, con un movimiento suave pero firme, puso el pie para evitarlo.—Por favor —dijo con la voz temblorosa—. El señor Montgomery no tiene nada co
Cap. 22: Desaparecidas. Axel se detuvo frente a la puerta de la habitación de huéspedes. El pasillo estaba en penumbra, y solo una lámpara de pared iluminaba su figura imponente. Golpeó dos veces con los nudillos, sin levantar la voz.—Aria.Del otro lado, solo hubo silencio. Luego, el crujido de la cama y una voz baja, ahogada.—Por favor, no deseo hablar.Axel apoyó la palma en la madera, cerrando los ojos un instante. No era el tipo de hombre que suplicaba, pero había algo en esa negativa que le calaba más de lo que imaginaba.—Es importante —dijo con voz firme, aunque contenida—. Hay muchas cosas que necesito saber. No para juzgarte, Aria, sino para planear la estrategia que te permita ser libre de Richard.Silencio otra vez. Después, la voz de ella, más dura esta vez, aunque le temblaba ligeramente.—No. No quiero que se involucre más. Usted ya ha perdido demasiado por mi culpa. Y si sigue insistiendo, si intenta forzar esta conversación, me iré ahora mismo. Con mi hija. A la c
Último capítulo