Cap. 119: Lagunas mentales.
El pitido del monitor cardíaco seguía un ritmo regular, pero algo en el ambiente había cambiado.
April parpadeó otra vez, y al ver a Logan tan cerca de su rostro, retrocedió instintivamente.
Su ceño se frunció.
—¿Qué haces aquí? —preguntó con voz rasposa, desorientada—. No quiero verte.
Logan quedó inmóvil. Su sonrisa de alivio se evaporó. Su garganta se cerró como un nudo de piedra.
—¿Qué…? —balbuceó, aún inclinado hacia ella.
—¡No quiero verte! —repitió April, con más fuerza—. Tú… tú querías el divorcio. Me dejaste. ¡No tienes derecho a estar aquí!
Logan retrocedió un paso. El aire parecía haberse enrarecido.
Sienna, que estaba cerca del cabecero, abrió los ojos muy grandes. Ethan, que aún sostenía su mano, se quedó congelado. Dylan, a los pies de la cama, apretó los labios.
—¿A nosotros tampoco nos quieres ver? —preguntó Ethan, con voz temblorosa.
April giró el rostro hacia él.
Y entonces los miró. A los tres.
Sus pequeños rostros. Sus ojos brillosos. El peluche de Sienna apretado