Cap. 193: Una esposa fugitiva. Un abogado prohibido.
Cap. 4: La mujer que no debía sentir nada.
La puerta vieja del edificio se cerró con un golpe seco cuando Aria salió apresurada, con el corazón aún agitado y la herida punzando bajo la venda improvisada.
No sabía si temblaba por el dolor… o por lo que acababa de pasar.
Había corrido hasta el otro lado de la manzana, sin mirar atrás, sin respirar con calma, como si alguien pudiera seguirla. Pero nadie lo hacía. Nadie la perseguía.
Aun así, la sensación no desaparecía.
Subió al tren y luego llegó al barrio donde vivía. Tocó dos veces la puerta del piso.
La vecina abrió de inmediato, una mujer de unos sesenta años, piel morena, ojos cálidos.
—¡Ya llegó mamá! —gritó Nina desde adentro, corriendo con los calcetines mal puestos y los brazos abiertos.
Aria se agachó justo a tiempo para recibirla.
—¡Hola, mi amor! ¿Te portaste bien?
—¡Sí! Comimos pan con mantequilla y jugamos a las cartas. Gané cuatro veces.
Aria sonrió y la abrazó con fuerza, cerrando los ojos por un segundo. Necesitaba es