Aniela era estúpida, pero no lo suficiente para no darse cuenta de que los niños que estaban frente a ella eran de Christopher Langley, su esposo y el padre de su hijo. Lo supo no solo por las niñas, sino por el niño que estaba al lado de Alisson, con la mirada ensombrecida y los brazos cruzados sobre su pequeño pecho. ¡Era idéntico a Christopher! Tan idéntico que había que ser bien estúpido para no darse cuenta. Tragó grueso, sintiendo cómo su cabeza se volvía una maraña de confusiones y su piel se erizaba. Si los tres niños eran de la misma edad, eso quería decir que... ¿Eran trillizos? ¿Le había dado tres hijos a Christopher? Eso solo significaba una cosa: Alisson no había abortado el bebé de Christopher aquella vez. Apretó los puños, molesta y con una rabia notoria en sus ojos, y preguntó en voz alta:
—¿Quién es el padre de tus hijos? ¡Dime! —pidió, apretando los dientes con tanta fuerza que se podía oír el chasquido.
Por su parte, lo último que quería Alisson era que Aniela supie