Los días posteriores a la tormenta emocional parecían haber traído un respiro a la mansión Miller. Esa noche, la mesa del comedor principal estaba llena: Christopher y Alisson, Ryan y Julie, Elizabeth y Michael. El ambiente era cálido, casi festivo, con copas de vino que tintineaban y risas que recorrían el salón.
Los niños ya estaban dormidos bajo el cuidado de las niñeras, lo que permitía a los adultos disfrutar de un raro momento de tranquilidad. Julie acariciaba la mano de Ryan mientras contaba algo divertido sobre Samuelito, Alisson se reía con un gesto dulce, y Christopher, aunque mantenía su seriedad habitual, tenía en los ojos un brillo relajado que pocas veces dejaba ver.
Al fondo de la mesa, ligeramente apartado, estaba Austin. El abuelo de Alisson. Su porte seguía siendo imponente pese a la edad. Vestía un traje oscuro impecable y sostenía un habano entre los dedos largos, dejando que la ceniza cayera lentamente sobre un pequeño cenicero de cristal. Sus ojos azules, profund