El amanecer llegó gris sobre la ciudad, cargado de humedad después de la tormenta de la noche anterior. La mansión Miller estaba en calma, pero por dentro aún latía la tensión de lo ocurrido.
Esa misma mañana, Christopher había ordenado que la botella de whisky y las copas fueran entregadas a la policía. Las cámaras de seguridad también fueron revisadas minuciosamente, revelando lo inevitable: Aniela había entrado a la mansión con ayuda de alguien, se había acercado a la mesa y había manipulado el licor. El análisis confirmó lo que Alisson ya había intuido: Christopher había sido drogado.
Él mismo firmó la denuncia. El proceso fue rápido. La mujer que durante años había sido un fantasma en sus vidas volvió a ser esposada y trasladada a prisión preventiva, con un nuevo cargo que cerraba cualquier posibilidad de volver a pisar la calle.
Parecía el final.
Esa noche, Christopher descansaba en su habitación junto a Alisson y los niños. La cama enorme, cubierta de sábanas blancas, estaba oc