Michael Miller era un hombre de cuarenta y dos años, con ojos azules y cabello rubio como el sol. Su porte era una combinación de elegancia y poder, y su aura pesaba tanto o más que la de Christopher. Sin embargo, Alisson no podía negar que este hombre era un monstruo; muchas veces había puesto a Tentación en jaque mate, y con ello sus ventas y ganancias. Parpadeó varias veces, sin saber qué preguntar o qué decir. Sus manos temblaban y su respiración era tan lenta que casi sentía que se ahogaba.
—¿Usted? ¿Qué hago aquí? ¿Qué quiere de mí? —logró decir al fin.
Michael la observó durante unos segundos que, para Alisson, fueron una eternidad. Sus ojos estaban llenos de algo extraño, aunque ella no podía dejar de sentir miedo.
—Alisson —pronunció él con voz suave, una que muy pocos habían tenido el privilegio de escuchar—, mi nombre es Michael Miller y soy el dueño de…
—Sé perfectamente quién es usted —escupió ella con indignación, tomando algo de valentía—. Lo que no sé es qué hago aq