Un hombre descarado

Aniela salió de la oficina de Christopher indignada y furiosa. A pesar de que su deseo era que Alisson los descubriera, la verdad era que no esperaba la reacción de él. ¿Acaso realmente le gustaba su esposa? No, no podía concebir eso y menos cuando la odiaba tanto. A pesar de que ella era delgada y había logrado culminar su carrera siempre le tuvo envidia a Alisson. ¡La mujer era talentosa! Aniela había visto muchos de sus diseños y sin duda era excelente en lo que hacía. Además, de que se había casado con él hombre más importante del país y eso era algo que la carcomía por dentro.

Sí, era su esposa por contrato, pero eso no quitaba que era la señora Langley y ella solo la amante que utilizaban como trofeo para las revistas. Salió de Tentación intentando seguir a Alisson, pero cuando logró alcanzarla notó que la mujer se había desmayado en plena calle. Sonrío con maldad, deseando que hubiera sido algo grave y que de una vez se muriera. Sin embargo, una mujer anciana la ayudó subiendola a un taxi. Aniela los siguió de cerca, notando como la dejaban en una clínica, esperó por horas, hasta que la vio salir como si nada aunque con un poco de dificultad en su caminar así que decidió ir a ver qué era lo que le había pasado.

—Buenas noches señorita, me gustaría tener información de la mujer que acaba de salir. Alisson Langley y que fue lo que le ocurrió —pidió con una amabilidad fingida.

—Lo siento, no tenemos permitido informar sobre la vida privada de los pacientes —Explicó la recepcionista con amabilidad.

Aniela apretó los puños con una furia contenida, para después abrir su bolso y sacar unos cuantos billetes que le tendió a la recepcionista.

—Por favor, es importante para mí saberlo —Susurró logrando que la mujer tomara el dinero entre sus manos.

¡Era más de lo que ganaba en semanas! Además, solo era una pequeña información. ¿Qué podía pasar? 

—¿Cómo se llama la paciente? —preguntó mientras guardaba el par de billetes en su bolsillo con disimulo.

—Alisson Langley —Dijo Aniela con una sonrisa.

La recepcionista tecleó en su computadora el nombre que la joven la había dicho y enseguida la información que necesitaba de desplegó en la pantalla; 

—Traída con principio de aborto e inconsciencia provocada por el susto —Leyó con suavidad.

—¿Aborto? —preguntó Aniela con la boca abierta—, eso quiere decir que Alisson…

—Sí señora, la muchacha está embarazada, por suerte no perdió al bebé y todo está bien. Solo tendrá que guardar reposo y su embarazo podrá continuar sin ningún problema —Explicó la mujer echando sus lentes hacia atrás.

Aniela apretó con fuerza la correa de su bolsa. ¿Alisson estaba embarazada? ¡Ella tenía todo este tiempo queriendo salir embarazada de Christopher y no había podido! El hombre no estaba con ella si no era con preservativo y ahora, esa mujer obesa y gorda otra vez le había ganado la partida.

«¡No puedo permitir que ese embarazo continúe! ¡No puedo hacerlo!»

Pensó con decisión y con una rabia que se instalaba en su mente y en su pecho de manera posesiva.

—Tengo que hacer algo pronto —Exclamó con los ojos llenos de un veneno peligroso.

Cuando Alisson salió de la clínica, sus ojos azules como el hielo estaban impregnados de lágrimas. Entre una mezcla de felicidad y de angustia que se extendía por todo su pecho. ¿Que iba a hacer con tres hijos? ¡Solo tenía diecinueve años y una carrera a medio terminar! Además, después de lo que había descubierto estaba segura que no podía decirle nada a Christopher de su embarazo. ¿Y si la hacía abortar? ¡No! Tenía que proteger a sus hijos como diera lugar. Guardó el eco en su bolsa y con el rostro pálido tomó un taxi. 

Camino a la mansión, no dejaba de acariciar su vientre y exclamar que todo iba a estar bien. ¡Tenía que estarlo! Ella tenía que encontrar la manera de irse lejos y empezar una nueva vida con sus hijos. ¿Pero cómo haría eso? Entonces… una idea llegó a su mente.

«Tengo que vender los diseños que tengo»

Fueron sus pensamientos. Ella sabía que era muy talentosa y que podía hacer muchos diseños más. Así que… tenía que tomar los diseños que ya tenía hecho y venderlos a la casa de moda de Christopher y si él no los quería comprar a cualquier otra casa que si valorara su trabajo.

Con ese pensamiento, llegó a la mansión Langley y se bajó del taxi después de pagarle al conductor. Era muy de noche, el cielo estaba despejado sin una sola estrella indicando que volvería a llover y pequeños truenos se escuchaban a lo lejos. Sacó la llave de su bolso y tras deslizarla decidió avanzar con cuidado de no hacer bulla, pero apenas la puerta se abrió la presencia de su esposo se hizo notar.

—Al fin llegas —Dictaminó con voz ronca.

Tenía los ojos rojos como si hubiese pasado muchas horas bebiendo y un vaso de whisky reposaba en su mano. La camisa, de una marca italiana muy costosa parecía estorbarle ya que se ceñía demasiado a su piel mojada por el sudor.

—No es de tu incumbencia Christopher. Además, ¿cómo te atreves a preguntarme eso cuando te acabo de encontrar con mi mejor amiga follando? Eres el colmo del descaro —Dijo ella intentando seguir de largo, pero la mano de su esposo se cerró en su muñeca.

Christopher se acercó a ella por detrás y pegó su nariz de su cuello intentando encontrar algún rastro de otro hombre. El corazón de Langley latía con demasiada fuerza y la rabia que sentía se le instalaba en las sienes con demasiada furia.

—Soy hombre, tengo necesidades que tú debes entender. Pero tú… tú eres mujer y el pudor es algo que debes tener como una virtud. ¿O acaso no lo crees así y te acuestas con alguien más? —Le preguntó muy cerca del oído.

Alisson no podía creer lo que estaba oyendo. ¡Era un descarado! El peor de todos. Sin embargo, lo amaba tanto que no era capaz de darle la bofetada que se merecía. Se soltó de su agarré y se volteó a mirarlo. 

—No digas estupideces, estaba en la clínica porque me sentía mal. Tu infidelidad causó malestares en mí y acabo de descubrir que tengo anemia —Le explicó y Christopher no pudo evitar soltar una carcajada.

«No le creía»

Eso era algo que ella sabía que iba a ocurrir. Christopher era un machista por esa razón tomó sus precauciones y le pidió a la enfermera que le diera unos exámenes falsos y la mujer viendo la situación tan deprimente de Alisson y después de que le contara su historia le hizo el favor. 

Asimismo, Alisson sacó de su bolso los análisis y se los lanzó en la cara a su esposo quien lo leyó por encima para luego entregárselo con burla.

—¿Qué? ¿Crees que por qué soy obesa no puedo tener anemia? Pues te equivocas, mi obesidad no es por comer mucho, es por otros factores que desconozco. ¡Así que si! Puedo tener anemia y tener varios kilos de más —Le hizo saber con indignación en cada palabra.

—Más te vale Alisson, porque no voy a permitir que me veas la cara de imbécil —dijo Langley apretando con fuerza el rostro pálido de la pelirroja—, porque una cosa es que yo esté con otras mujeres y otra muy distinta es que tú estás con otro hombre. ¡Soy capaz de matarte! —Siguió con descaro.

Alisson lo aniquiló con la mirada para luego seguir su camino. No valía la pena discutir con él, tenía otra cosa más importante de qué preocuparse: Sus hijos, ellos eran sus propiedad y debía buscar la manera de huir con ellos a salvo.

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