El salón principal de la mansión Miller estaba iluminado por cientos de luces que parecían suspendidas en el aire. Los ventanales reflejaban el brillo de las lámparas y el cielo dorado del atardecer se filtraba por entre las cortinas blancas, tiñendo todo de una calidez que solo se siente una vez en la vida.
El murmullo de los invitados llenaba el ambiente, mezclado con el sonido suave del piano que tocaba la melodía de fondo. Ryan y Julie estaban sentados en la primera fila, frente al altar adornado con flores blancas y tul. Alisson, con un vestido color marfil, tenía los ojos fijos en el pasillo central. Christopher le tomó la mano sin decir nada, intentando transmitirle calma.
Pero en el altar, Michael no podía dejar de mirar hacia la entrada.
Vestía un traje blanco impecable, con una flor crema en el bolsillo. Sus manos estaban entrelazadas frente a él, temblorosas, mientras el corazón le golpeaba con fuerza. La espera había sido larga, demasiado. Y, sin embargo, ahí estaba, de pi