La luz de la lámpara brillaba intensamente, iluminando la pequeña sala. Alisson tenía la frente empapada en sudor y el corazón latiendo a mil por minuto, mientras un pitido continuo y rítmico llegaba a sus oídos, proveniente de la máquina de oxígeno.
—¡Puja! ¡Ya viene! —anunció la doctora mientras hacía presión en el vientre de Alisson.
Una mezcla de miedo y emoción embargaba a la pelirroja mientras intentaba dar a luz a sus hijos. No sabía el sexo de los bebés, pero era consciente de que estaban completamente sanos, gracias a que, el día en que su padre intentó acabar con sus vidas, Michael Miller logró salvarlos ofreciendo una suma considerable de dinero al médico para que no llevara a cabo la intervención. Aunque Christopher no había logrado su cometido, Alisson jamás le perdonaría que lo hubiera intentado. Sin preguntar, sin investigar y, mucho menos, sin estar seguro de que eran sus hijos.
Minutos después, el llanto fuerte y abrupto de un recién nacido llenó el espacio. Alisso