Alisson sintió cómo su cuerpo se estremecía y su corazón se aceleraba con las palabras que decía Elizabeth. Jamás había sentido que alguien se preocupara tanto por ella. Su madre fue una mujer amorosa, pero manipulable. Era una mujer que siempre cedía a los deseos del difunto Austin, incluso si en el fondo de su ser no deseaba hacerlo. La palabra del patriarca era ley para todos. Austin era un hombre complicado, que aunque había mostrado cierta bondad hacia Alisson, también poseía un carácter hostil, narcisista y profundamente recto.
—Gracias, Elizabeth, gracias por tus palabras —susurró Alisson, tomando las manos de la mujer con cariño, sintiendo el calor de su apoyo reconfortante.
Elizabeth quiso agregar algo más, un consejo o una palabra de aliento adicional, pero en ese preciso momento, una arcada violenta invadió el cuerpo de Alisson, quien, en un acto instintivo, tuvo que agacharse para vomitar. Su frente se pobló de sudor frío y sus manos temblaban de manera incontrolable.
—¿