El sabor de la traición

Un porno en vivo fue lo que presenciaron los ojos de Alisson cuando la puerta se abrió. Una mujer cabalgaba la polla de su esposo con tanta fuerza y agite que Alisson se quedó pasmada sin saber cómo reaccionar. Sus tetas rebotaban en la cara de Christopher mientras él la sostenía por las caderas: fuerte, posesivo, y los gemidos y gruñidos masculinos taladrarón los oídos de la pelirroja aumentando el dolor que comenzaba a crecer en su pecho.

Parpadeó varias veces, incrédula por la imagen de la mujer que estaba follando con su marido; era Aniela, su mejor amiga y a quien consideraba como su hermana. Algo amargo subió por su estómago, mientras los ojos se le llenaban de agua. Sostuvo la prueba de embarazo entre sus dedos y con una voz quebrada preguntó:

—¿Christopher qué es esto?

Langley no se apresuró en parar lo que estaba haciendo, con una calma que parecía planeada bajó la mujer de su regazo y miró en dirección a su esposa con ojos llenos de rencor y tal vez fastidio:

—¿Qué haces aquí? —preguntó comenzando a vestirse.

Los puños de Alisson se cerraron con tanta fuerza que sus nudillos se tornaron blancos y sus dientes rechinaron de la presión. ¿De verdad le estaba preguntando eso? ¿La estaba engañando con su mejor amiga y lo único que le importaba era qué hacía ahí? ¡Era un maldito imbécil! Uno que lamentablemente era el padre de su bebé y eso aumentaba su dolor diez veces más.

—¿Por qué me haces esto? —preguntó con un hilo de voz poco audible.

—Es obvio Alisson, ¿creíste que estaba enamorado de ti? ¡Por Dios mujer! Eres una mujer obesa, además de que siempre serás la sirvienta de nuestra familia, ¿qué esperabas? —Articuló él con desdén y Alisson sintió que su mundo se desvanecía.

Ella sabía porque se habían casado, pero jamás creyó que fuese indiferente para Christopher. El hombre la trataba con cordialidad. Además, de que cada vez que le hacía el amor sentía como sus manos la recorrían con deseo.

—Pero… Christopher, soy tu esposa —Exclamó como si eso fuese importante pará un hombre tan poderoso como él.

—Y así seguirá siendo pequeña, porqué no pienso dejarte ir al menos que se cumplan los tres años, eres el seguro de mi fortuna y así será siempre —Soltó él con una mueca en los labios mientras terminaba de abotonar su camisa.

—Y tú Aniela creí que eras mi amiga y resultaste ser una vulgar zorra, —Escupió Alisson con los ojos inyectados de ira.

Aniela levantó su mano y con una furia camuflada de dignidad, golpeó la mejilla de Alisson haciéndola tambalear.

—¡No te atrevas a insultarme! No cuando eres la burla de los Langley y una esposa por contrato. Yo soy la verdadera mujer de Christopher y es mejor que lo vayas asimilando de una vez por todas —Soltó Aniela con la cara transformada en la de un animal venenoso—, y más te vale que no divulgues esto, porque de ti depende el patrimonio de mi marido.

—¡Pues no voy a permitir que me sigan utilizando! ¡Quiero el divorcio! —Soltó Alisson azotando la puerta con tanta rabia que Christopher sintió como las paredes se movieron.

Los ojos de Christopher se volvieron tan oscuros como el habano mismo cuando su esposa le dijo aquello. Jamás imaginó que esas fueran sus palabras, no cuando no tenía a dónde ir y ni siquiera un peso dónde caerse muerta. Él siempre la había tenido en sus manos y eso no podía cambiar así como así. Se llevó las manos a sus cabellos en un gesto desesperado y tiró de ellos, para luego con una furia que Aniela no esperaba voltear el escritorio. Sí, era el seguro de una buena fortuna, pero…¿Solo era eso?

—Creí que te daba igual que ella se enterara —dijo Aniela cruzada de brazos y con una mueca irritante en los labios—, ¿o no será que te estás enamorando realmente de la gorda de tu esposa? —La pregunta llegó haciendo que Christopher se cuestionara.

«Jamás me enamoraría de una mujer como ella»; pensó Christopher enseguida.

Alisson salió de Tentación con el pecho agitado. Tenía la imagen de Christopher follando con Aniela en su mente, más todas aquellas palabras.

«¿Qué voy a hacer?»

Se preguntó mentalmente mientras apartaba las lágrimas de su cara. Fue la única hija que tuvo su madre, a su padre jamás lo conoció y jamás había hecho otra cosa que trabajar para la familia Langley. Su carrera estaba sin terminar y ahora tenía a un hijo de ese hombre creciendo en su vientre.

—Tal vez ellos tienen razón, siempre seré una inútil sirvienta —Susurró antes de comenzar a caminar.

Había comenzando a llover, y el sol que hasta hace poco era luminoso y grande había desaparecido convirtiendo el paisaje en uno sobrio y triste como su corazón. Avanzó por las calles concurridas de Nueva York sin rumbo fijo. Las preguntas se paseaban por su mente y las lágrimas bajaban por sus mejillas de manera descontrolada, hasta que… Un dolor punzante llegó a su entrepierna de pronto. Llevó las manos ahí notando como una mancha de sangre se instaló entre sus dedos pálidos.

—Mi bebé, no puedo perderlo —Exclamó desesperada.

Una segunda punzada llegó, está vez aún más fuerte logrando que Alisson viera borroso para luego caer desmayada en el frío asfalto de la calle.

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