Eliot se quedó helado al escuchar las palabras de Carolina. Durante un segundo, pensó que había entendido mal, que quizá su mente confundida por la desesperación le había jugado una mala pasada. Pero no… ella lo había dicho con claridad. Con firmeza. Pidiendo el divorcio. Su corazón se comprimió en un puño.
—¿Qué dijiste…? —murmuró, su voz apenas un susurro.
Carolina lo miró con los ojos hinchados por el llanto, su rostro pálido y tembloroso. Todavía sostenía su camisa con manos débiles, pero en su mirada había una determinación que Eliot no había visto nunca antes.
—Debemos divorciarnos, Eliot… por favor —repitió, con la voz entrecortada—. Es la única manera. Axel me advirtió que si no lo hago, se llevará a Diana… y no la volveré a ver.
Eliot dio un paso atrás, apartándose de sus manos como si le quemaran la piel.
—¿Estás loca? —espetó, sin poder ocultar el temblor en su voz—. ¿Acaso vas a hacer lo que Axel quiere? ¡No, Carolina! ¡No puedes cederle así! Eso es exactamente lo que él b