Salí de la reunión con Juliette con la cabeza un poco más despejada. Necesitaba respirar, tomar algo de café… y hablar con alguien que no analizara cada palabra como si fuera parte de un informe de impacto.
Busqué con la mirada a Alex en el área común y lo encontré justo frente a la máquina de espresso, como si lo hubiera manifestado. Estaba con el nudo de la corbata medio deshecho, cara de lunes y el vaso de cartón a medio llenar.
—¿Tienes cinco minutos? —pregunté, acercándome.
—¿Cinco minutos y café gratis? Siempre. —Sonrió, y nos fuimos hacia una de las mesitas al fondo, donde el ruido bajaba.
Nos sentamos. Respiré hondo.
—Te quiero contar algo —dije, bajando un poco la voz, aunque sabía que ya no era un secreto.
Él levantó una ceja, curioso.
—¿Se trata de lo que creo que se trata?
—Sí —sonreí con algo de timidez—. Cassian y yo… estamos juntos. Desde antes de entrar a la consultora. Vivimos juntos.
Alex se quedó callado un momento. Y luego rió, genuinamente.
—¡No puede ser! Me embo