Cap. 48: Se lo diré después de la boda.
Al día siguiente, Verónica acompañó a Stella al hospital. Stella estaba tan nerviosa que las náuseas se intensificaron y no dejaba de entrelazar las manos, respirando profundamente en un intento de calmarse. Sentada en la sala de espera, miraba el reloj cada pocos segundos, como si eso pudiera acelerar el tiempo.
Finalmente, llamaron su nombre, y tanto Stella como Verónica se dirigieron a la sala de consulta. Después de una breve conversación y de realizarle algunos exámenes, el médico regresó con una sonrisa.
—Señorita Hampton, felicidades —dijo con una calidez que Stella nunca olvidaría—. Está embarazada.
En ese momento, el mundo de Stella se detuvo. Un torrente de emociones la invadió: felicidad, amor, esperanza y una sensación de asombro que no podía describir. Sus ojos se llenaron de lágrimas y una sonrisa radiante iluminó su rostro. Este era, sin duda, el día más feliz de su vida. Acarició su vientre con una ternura que apenas conocía, como si de algún modo ya estuviera conectad