Mike llegó al apartamento de Evangeline en Nueva York, cargado de dudas y con un nudo en el pecho. Apenas abrió la puerta, ella lo recibió con un abrazo entusiasta, como si quisiera dejar atrás cualquier rastro de la distancia que había surgido entre ellos. Él la besó con intensidad, deseando que aquel contacto le revelara algo, una certeza que calmara la confusión en su corazón. Evangeline respondió al beso con la misma ansiedad, sus manos recorriéndolo como si intentara aferrarse a él de manera definitiva.

Mientras se besaban, el ambiente en el apartamento se llenó de deseo. Las manos de ambos comenzaron a despojarse mutuamente de sus prendas, sus cuerpos buscando esa conexión que antes parecía natural. Pero en el momento en que sus labios se encontraban, una imagen cruzó la mente de Mike con una claridad abrumadora: el recuerdo de Stella y él en el lago. El agua fría, la luz del atardecer, el suave murmullo de las hojas a su alrededor mientras él la miraba y sus manos exploraban ca