Mia ingreso al gran baño, sus mejillas estaban rojas, por solo haber caminado desnuda hasta allí, y la razón era porque estaba “arrastrando” a Takashi.
— Bien conejito, ¿Qué es lo que piensas hacer? — pregunto con burla el mayor, creyendo que Mia no se animaría.
— Voy a lavarte. — respondió con resolución y Takashi dejo salir el aire de forma teatral.
— Dioses Mia, nunca cambies. – pidió antes de besarla con hambre, como si no fuese capaz de saciarse de su esposa.
— Takashi, deja de distraerme. — se quejó la joven y por un segundo Takashi se trasporto a Nueva York, cuando su empleada se quejaba de distraerla por solo pasear por el lugar sin camisa.
— Entonces, ¿siempre me veías? — murmuro sin poder creer que todas las señales estaban allí y él de las vio.
— ¿Cómo no hacerlo Takashi? ¿cómo no hacerlo?
La vida de casados era maravillosa se dijo Takashi, mientras Richard jalaba su cabello y se preguntaba cuando el casarse con una jovencita le pareció buena idea.
— No, Harú, tu no saldrás