Capitulo 6

Isabella Romano.

No podía entender porque me molestaba tanto que aquella mujer, Francesca, se hubiera acercado a Salvatore con una familiaridad y confianza que creía que tenía el derecho de usar.

Salvatore estaba casado. Ya no era un hombre soltero el cual se podía llevar a la cama a la mujer que él quisiera. Tenía que respetar su matrimonio. Tenía que respetar a mi hermana.

Giulia…

¿Por qué estaba tan interesada y molesta con toda esta situación? Salvatore no era mi esposo, solo era mi cuñado y yo tenía que fingir ser Giulia hasta el momento en que ella despierte del coma para así recuperar su vida.

Pero la sola idea de imaginarme a Salvatore con otra mujer, hacía que mi sangre hirviera por dentro. El no podía estar con otra mujer. No podía.

No es tu asunto.

Ignoro mi conciencia mientras cepillaba mi cabello frente al espejo del baño. Estaba usando uno de los pijamas que me compre, un pantaloncito corto con una camisa de la misma tela. Cómodo y ligero para dormir, no como esos horribles camisones de Giulia.

Salvatore entra al baño vestido de una camiseta blanca y unos pantalones de chándal que se afirmaban de sus caderas. No puedo negar que se ve jodidamente sexy vestido así, pero el solo verlo me traía recuerdos de Francesca. El como beso su mejilla, como lo llamó viejo amigo con ese tono de voz que cargaba un pasado importante, la manera en que tocaba sus brazos.

Dejó el cepillo de cabello con más fuerza de lo que esperaba, provocando llamar la atención de Salvatore y salgo del baño para poder irme a dormir. Necesitaba descansar luego de esta larga velada donde tuve que fingir ser Giulia.

Apartó las sábanas mientras trataba de calmarme. No podía actuar así, porque Giulia no era así. Conociendo a Giulia, estaría más que encantada de dejar que Salvatore se acostara con cualquier mujer con tal de hacerlo feliz y así tener más beneficios por su parte.

¿Pero yo? Yo no soportaba las infidelidades y tampoco las perdonaba.

Tu no debes de perdonarle nada a Salvatore. No es tu esposo.

Salvatore sale del baño y su mirada se fija en mí mientras camina hacia el otro lado de la cama.

—¿Qué te sucede? Llevas toda la noche enojada.

—¿En verdad te interesa lo que me sucede?---espeto molesta mientras me sentaba en la cama

—Eres mi esposa—me recuerda

—Oh, tengo muy claro que soy tu esposa, Salvatore. No es necesario que me lo recuerdes—le muestro mi mano donde reposaba el anillo.

—Entonces, ya que lo tienes claro, ¿Vas a decirme que te sucede?

—No me sucede nada.

—Pues tu actitud me demuestra una cosa completamente diferente. Estás enojada. ¿Hice algo que no te gusto? ¿Dije algo que te incomoda?

—No

—¿Entonces…?

—Nada, solamente nada—me tumbo en la cama y me cubro con las sábanas para poder dormirme.

Se instala un silencio en la habitación mientras cerraba mis ojos y me obligaba a dormirme, para así terminar este caótico día, pero me veo interrumpida cuando apartan las sabanas de golpe de mi cuerpo. Abro mis ojos y veo a Salvatore parado frente a mi.

—¿Qué carajos? Estoy tratando de descansar.

—Estamos hablando y no vas a dejarme hablando solo.

—¿Ah, no puedo?

—No

—Pues mira como lo hago, cariño.

Me incorporo de la cama y salgo rápidamente de la habitación dejándolo solo. Bajo hasta el primer piso y me dirijo a la sala en busca de paz. Miro la ciudad que se sumía en la tranquilidad de la noche.

—Me estas volviendo loco con tu maldita actitud—Salvatore llega a la sala—. Actúas como una puta cría y no como una mujer de veinticuatro años.

—¡Oh, lo siento!---alzo la voz enfrentandolo—. Siento mucho no ser como tu vieja amiga.

—¡Esto no es sobre ella, es sobre ti! ¡Pareces empeñada en provocarme cada vez que puedes con tu puta actitud!

—Siento mucho que mi actitud resulte provocadora, pero soy así y no pienso cambiar—sonrió de lado.

—¿Dónde carajos está la esposa que creí que iba a tener?

Está en coma, Salvatore, pero no debes de saber eso.

—¿Crees que me afecta tan solo un poco a que te hagas esa puta pregunta?---le pregunto cruzada de brazos—. Si deseas tener una esposa obediente, debiste haberte casado con tu vieja amiga, Francesca. Ella seguramente te limpiará el trasero si lo pidieras.

Salvatore suelta una risa seca y yo solo lo miro aun mas molesta de lo que ya estaba. Me estaba sacando de mis putas casillas y estaba seguro que él no quería eso, porque se iba a arrepentir si me hacía enojar de verdad.

—Ya se porque estas así—declara

—¿Ah sí?---me acerco a él lentamente, sin dejarme intimidar por su tamaño—. Sorpréndeme, Salvatore, ¿Por qué estoy tan enojada?

—No estas enojada, estás celosa, la mia bellissima moglie. Estás celosa de Francesca.

Suelto una carcajada ante la estupidez que había salido de su boca. Rio sin poder evitarlo, mientras repetía sus palabras en mi mente. ¿Yo celosa de esa mujer? Joder, yo la superaba mil veces a ella. La que estaba celosa, era ella. Solo porque estaba con Salvatore.

Más bien está celosa de Giulia, pero bueno, tú estás ahora en su lugar.

—Que buen chiste, Salvatore—me acerco al sofá.

—¿Acabas de reirte en mi propia cara?---pregunta sin creerlo

—Lo hice, ¿Qué harás?

—Eres increible—bufa.

—Increible eres tú, que cree que estoy celosa de esa mujer, cuando en verdad, es ella la que arde de celos.

—¿Qué tan segura estás?---sonríe

—Demasiado

—Entonces, si llamo ahora mismo a Francesca, no va a importarte en lo más mínimo, ¿Verdad?.

—No me va a importar.

—Bien—asiente mientras encendía su celular y mi cuerpo entra en alerta—. Voy a llamarla, quizás vaya a pasar la noche con ella, ya que no te importa en lo más mínimo.

En menos de diez segundos, llegó a su altura y le arrebató el celular, impidiendo que Salvatore marcará siquiera su número telefónico. ¿En verdad tenia su puto numero registrado en sus contactos?

Salvatore sonríe de lado, como si hubiera logrado su cometido. Hijo de puta.

—Escúchame bien, Salvatore. Yo no tolero infidelidades, tampoco las perdono, así que, piensa bien que harás en tu próximo movimiento, porque si me entero o solamente sospecho que te has acostado con esa mujer o con otra, voy a pagarte con la misma moneda, porque yo no me quedó de brazos cruzados.

Estampo su celular en su fuerte pecho y nuestras manos se rozan. Ignoro el roce y lo rodeo, dispuesta a irme a la habitación, aún más molesta de lo que ya estaba antes, pero soy interrumpida cuando su mano rodeó mi brazo y me jala dejándome pegada a su pecho. Su aliento choca contra mi oído enviando un escalofrío por mi cuerpo.

—Ahora escúchame tú a mi, Giulia. No vuelvas a insinuar que estarás con otro hombre, porque si me llego a enterar, escuchar o solo sospechar de ello, voy a buscar al maldito hijo de perra, lo matare frente a ti y luego voy a follarte jodidamente duro para que sepas a quién perteneces. Eres mi esposa, Giulia, lo que te convierte en sola mia, tanto en cuerpo como en alma. Eres mia, nunca lo olvides—susurra y finalmente me suelta.

Le doy una última mirada para después irme a la habitación, ya en ella, suelto un suspiro mientras trataba de calmarme.

Lo único que había logrado hasta ahora, era cagarla, estaba dejando a Giulia frente a Salvatore como una maldita celosa y mi hermana nunca ha sido celosa. Tenía que buscar la manera de remediar todo esto, porque sino, Giulia y mis padres iban a matarme.

Pero lo que más me importaba ahora, no era como estaba dejando a Giulia, sino que era, porque me interesaba tanto que Salvatore estuviera con otras mujeres, cuando él no era mi esposo.

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