Capitulo 5

Isabella Romano. 

Entró a la cocina en busca de una taza de café. Necesitaba mi dosis de cafeína ya que no había dormido lo suficiente. 

Me había desvelado toda la noche porque me había quedado analizando toda esta situación. De la noche a la mañana, mi vida había dado un giro de 360 grados. El accidente de Giulia había provocado que fingiera ser ella, quitándome mi poca libertad. 

Tenía que soportar día a día al esposo de mi hermana, mientras ella trataba de recuperarse del accidente y así poder recuperar su vida. Solo pedía que Giulia despertara del coma para así retomar mi propia vida. 

Me acerco a la cafetera y me sirvo una taza de café cargado. Me volteo encontrandome a Salvatore, que estaba como de costumbre, sentado frente a la encimera mientras leía algo en su tableta y con una taza de café frente a él. 

Él siente mi mirada sobre él y su mirada azulada se fija en la mía. Enarca una ceja y ladea ligeramente la cabeza.

—¿No has dormido?---pregunta 

—¿Importa?

—No voy a permitir que mi esposa se enferme por su mal dormir—aclara 

—Tranquilo, no me pasara nada—bufo 

Salvatore da un sorbo a su taza de café y luego la deja sobre la encimera. 

—Esta noche vamos a asistir a la reunión anual de los Capos de la Cosa Nostra. Es un evento importante y mi asistencia es esencial. 

—Y como tu esposa mi asistencia es obligatoria, ¿No?

—Es nuestra primera aparición en público luego de nuestra boda. No puedes ausentarte… Quizás más adelante, podría ser. 

—No tengo nada para ponerme, así que, no puedo asistir.

—No te preocupes por ello. He agendado una cita con la boutique. Van a venir esta tarde a enseñarte vestidos. 

Muerdo el interior de mi mejilla y Salvatore solo se retira de la cocina dejándome sola. 

¿Como carajos iba a soportar una noche de velada con gente que conocía a Giulia? ¿Reconocerian que no era ella realmente? 

°°°°°°°

Creía que cuando Salvatore se había referido a que venían a mostrarme vestidos para la gala de esta noche, era para que yo pudiera elegir uno con el cual sentirme cómoda. no que él eligiera uno por mi. 

El vestido que Salvatore mandó confeccionar para mi era una obra de arte pensada para mantener las apariencias. Un reflejo de lo que debía ser una esposa del Capo: discreta, majestuosa, impecable… y silenciosa.

Era un vestido de satén marfil, de corte clásico y falda amplia que caía con el peso del linaje que representaba. El escote era recto, modesto, con delicadas mangas caídas que apenas rozaban mis hombros. El corsé no marcaba la figura con sensualidad, sino con rigidez, como si la contuviera dentro de una forma ajena.

La espalda estaba cubierta por una fina capa de tul transparente bordada con hilos dorados y diminutas perlas. Cada detalle hablaba de perfección y obediencia. El vestido no invitaba miradas, las imponía; no mostraba poder, lo enmascaraba tras el decoro.

Acompañaba al conjunto una gargantilla de diamantes —demasiado ostentosa, demasiado simbólica— que Salvatore había hecho traer de Milán. Cuando la vi colocada en mi cuello, la mujer que me estaba ayudando simplemente dijo: 

—Así todos recordarán quién eres.

Pero al mirarme al espejo, solo vi una prisionera elegante. Una esposa moldeada al gusto del poder. Una Giulia perfecta. Y yo no era Giulia. 

Así que le había pedido a los guardaespaldas que me llevaran a la boutique para así poder ver más opciones de vestidos. No iba a permitir que hasta este hombre me controlara. Ya tenía suficiente control por parte de mis padres. 

Era un vestido de seda borgoña profunda, con reflejos dorados bajo la luz. El escote, en forma de corazón, abrazaba mi figura con una mezcla peligrosa de elegancia y sensualidad. El corsé marcaba la cintura con precisión, pero sin rigidez, como si respirara con ella.

El tajo lateral en la falda dejaba ver mi pierna al caminar, un gesto que ningún diseñador de la familia habría permitido. La falda era larga, fluida, pero cada movimiento parecía medido para hipnotizar. La espalda, completamente descubierta, estaba cruzada por una cadena de oro fino que caía hasta la mitad de su columna, brillando con cada paso.

En lugar de la gargantilla de diamantes, elegí un collar delgado de rubíes. Un rojo que no buscaba riqueza, sino sangre y libertad. Mi cabello suelto, en ondas suaves, contrastaba con la rigidez del protocolo que esperaba. Y mis labios, pintados en el mismo tono borgoña del vestido, completaba la imagen de una mujer que no pedía perdón por ser vista.

Cuando baje las escaleras yendo hacia la sala, caminando lentamente y con la barbilla en alto demostrando seguridad en mi caminar, me encontre a Salvatore esperandome vestido en un elegante esmoquin negro, ajustado, que se amoldaba a su figura musculosa. 

Enarca una ceja en mi dirección mientras sus ojos recorrían mi cuerpo analizando cada detalle del vestido. Era todo lo contrario al vestido que había querido que usara esta noche. 

—La idea era que usaras el vestido que te envié.

—Bueno, quise indagar un poco más en los vestidos, después de todo, debo de sentirme cómoda con lo que ando, ¿No?. 

—¿Lo haces para hacerme enojar? 

—No, no creas que todo gira en torno a ti. Si hago esto es porque no me gusta que me den órdenes o me digan que debo o no ponerme. 

—Eres mi esposa y debes de dar una imagen adecuada…

—Bueno, tienes dos opciones, Salvatore. Vamos a esta maldita gala a la que me estás obligando a ir, usando este vestido que me encanta o ambos nos quedamos aquí. Tu decides. 

Salvatore me mira ligeramente molesto mientras que su mirada no se apartaba de la mía. Enarco una ceja en su dirección y sonrió. 

—Vamos, se nos hace tarde. 

Pasa por mi lado y sonrió al salirme con la mía. Si en verdad Salvatore creía que podía dominarme, estaba muy equivocado. 

Salvatore Mancini. 

Bajo del auto cuando llegamos al edificio donde se iba a celebrar la gala de esta noche. Ofrezco mi mano a Giulia y ella la toma. La ayudó a bajarse del auto y se acomodó el vestido. 

Me obligo a tomar una profunda bocanada de aire, tratando de controlar las ganas de volver al piso, arrancarle ese maldito vestido del cuerpo y demostrarle quien en verdad mandaba aquí. En estos cinco días que llevábamos casados, me ha sacado de mis casillas más veces que Matteo. 

Pero tenía que admitir que eso llamaba mi atención, que me provocaba una atracción hacia ella que era inevitable ignorar. 

El vestido que estaba usando, provocaba que las curvas de su cuerpo se lucieran de una manera sensual que enviaba la sangre de mi cuerpo a una zona en específico. El escote de corazón le daba un toque sexy. 

Joder, iba a tener que aguantarme las ganas de sacar mi arma y disparar a cada hombre que se atreviera a mirra mas de lo debido. El vestido de Giulia era para que los hombres se voltearan y la miraran sin poder evitarlo. Era digna de ser vista. 

Entramos al edificio y fuimos conducidos hacia el gran salón donde se festejaba la gala. En el momento que cruzamos las puertas del salón, varias personas se voltearon a vernos al sentirnos llegar. Giulia a mi lado, sonrió mientras mantenía su barbilla en alto, mostrando un carácter digno de una reina de la mafia. 

Caminamos por entremedio de la gente mientras que ellos asentian hacia nosotros. Me acerco hacia un grupo de hombres quienes me sonríen de manera cortés. Alessandro, Luca, Domenico y Pietro, los otros cuatro jefes de la Cosa Nostra, quienes me ayudaban a dirigir a la Famiglia. 

—Salvatore—habla Luca—. En hora buena por tu matrimonio. Fue una pena no poder haber asistido. 

—Luca—asiento hacia el—. No te preocupes, no te perdiste demasiado—miro de reojo a Giulia que estaba completamente indiferente—. Caballeros, les presento a mi esposa, Giulia Mancini-Romano—Giulia les sonrie de forma respetuosa y mis dedos acarician su cintura suavemente, deleitándome con sus curvas—. Giulia, ellos son Luca, Alessandro, Domenico y Pietro. Los otros cuatro jefes de la Cosa Nostra. Entre los cinco controlamos a la famiglia. 

—Un gusto—habla Giulia con una sonrisa. 

—Luca maneja a la organización de Nueva York, Domenico la de Los Ángeles, Pietro la de Seattle y Alessandro la de San Francisco. 

—Un gusto finalmente conocerte, Giulia—habla Pietro llamando la atención de mi joven esposa—. Sin ofender, Salvatore, pero es más guapa de lo que he oído—sonríe Pietro de lado—. ¿Eres hija de Vittorio?---le pregunta a Giulia. 

—Si, soy su hija—responde de manera tranquila—. Y gracias por el cumplido. 

El cambio de música, provocó que la corta conversación diera su término. Jalo a mi esposa al centro de la pista, junto a otras parejas casadas y algunas comprometidas. Giulia ubica sus brazos alrededor de mi cuello, mientras que yo ubicaba mis manos en su cintura, permitiendo sentir aún más su curvas. 

—¿Quieres que te sea sincero en una cosa?---le pregunto mientras veía a través de la sala, notando como los hombres veían a mi esposa con más atención de lo normal y como las mujeres susurraban cosas entre ellas mientras la veían a mi lado. 

—Sorpréndeme—se burla de manera sarcástica.

Me acerco a su oreja, dejando que mi aliento choque contra su piel. Giulia toma una profunda bocanada de aire mientras que su piel se ponía de gallina. Estaba nerviosa, pero podía disimularlo, aunque yo podía notarlo por sus reacciones. 

—Te ves jodidamente sexy con ese vestido—susurro, provocando que Giulia tomé una profunda bocanada de oxígeno—y tengo que ser sincero, ya que quiero sacarle los malditos ojos a todos los hombres de esta sala por mirarte más de lo debido. 

Giulia relame sus labios color borgoña y las desesperadas ganas de besarla frente a todos me estaba abrumando. 

—¿Te gusta? Creí que no iba a gustarte ya que no era el vestido que habías elegido para mi. 

—Si elegí ese vestido para ti, fue porque quería ver si eras capaz de desafiar una orden mía… Y ya tengo mi respuesta clara al tenerte frente a mí—confieso

Giulia iba a responder, pero somos interrumpidos por uno de mis posibles socios. Me sonríe mientras miraba fijamente a mi esposa con una mirada que no me gustaba para nada. 

—Salvatore, que gusto verte—saluda y estrechamos nuestras manos—. He oído que te has casado. 

—Así es, Francis—miró a Giulia que solo mantenía su mirada grisácea en Francis, analizándolo por completo—. Te presento a Giulia Mancini-Romano, mi esposa. Giulia, él es Francis Di Santos, un futuro socio. 

—Un placer—habla Giulia con una sonrisa tensa. 

—El placer es mío, Giulia—trata de tomar su mano libre, pero me interpongo entre Giulia y Francis dándole una mirada severa. 

—No la toques—le advierto. 

Francis ríe ligeramente incómodo y vuelvo a posicionarme al lado de Giulia, quien solo mira a su alrededor con desinterés. 

—¿Cuándo crees que podamos juntarnos a conversar los términos del club?---cambia el tema Francis

—Te voy a contactar luego, aun estoy afinando algunos detalles. 

—Bueno, como debes de saber, estos papeles se tardan en salir. Yo pienso que deberíamos empezar esta semana con la firma de documentos y así agilizar todo el proceso legal, ¿Que te parece?

—Voy a contactarte cuando lo estime conveniente. Necesito afinar unos detalles. 

Francis asiente finalmente y se retira dejándonos solos. Giulia toma una copa de champaña y la bebe mientras fijaba su mirada en la mía. Se acerca hasta ponerse lo suficientemente cerca de mi cuerpo. 

—Ese hombre solo está interesado en tener el poder del club del cual hablaban, seguramente cuánto dinero quiere robarte. No confíes en él, solo trata de estafarte. 

—¿Por qué dices eso?

—Es muy claro poder verlo, la manera en que insistió en que firmarán los documentos. Solo quiere manejar tu club, Salvatore. Manejar tu dinero. 

Estaba a punto de responder, cuando mi vista periférica puede captar el movimiento de una mujer, caminando hacia nosotros. Giró ligeramente la cabeza y veo a Francesca Di Santos acercándose a nosotros, con paso decidido y una sonrisa en su rostro. 

Antes que pudiera reaccionar y llevar a Giulia a otra parte de la sala para evitar una conversación con Francesca, ella nos alcanzó y me sonrió coquetamente. 

—Salvatore—se acerca y deposita un beso en mi mejilla. Veo como Giulia enarca una ceja mientras mantenía su mirada fija sobre nosotros.

—¿Necesitas algo, Francesca?---pregunto. Podía notar la tensión en el cuerpo de Giulia y como nos miraba fijamente. 

—Había oído que te has casado y quería conocer a tu esposa, después de todo, somos viejos amigos, ¿No es así?---pregunta con una sonrisa y dirige su mirada hacia Giulia—. Francesca Di Santos, un gusto. Espero que Salvatore te haya hablado de mí, somos muy buenos amigos…

—Oh, lamento que no sea así… Salvatore ha hecho de todo menos hablarme de sus amigas—Giulia me da una mirada corta y luego la fija en Francesca—. Giulia Mancini-Romano—se presenta mi esposa, haciendo énfasis en mi apellido, lo que provoca que Francesca tense su mandíbula. 

—Un gusto—sonríe falsamente hacia Giulia.

—No puedo decir lo mismo—ataca rápidamente Giulia. 

—Si nos disculpas, tenemos asuntos que atender, Francesca. 

Jalo a mi esposa conmigo y ella solo mantiene una mirada fría mientras pasaba el resto de la velada, además, ignorándome y molesta por la presencia de Francesca. Lo que me molestaba de toda esta situación, era que cuando podía empezar una buena relación con mi esposa, todo nos volvía arrastrar al inicio donde solo existia tensión e ignoradas por parte de ambos,. 

Y no podía entender porque me importaba tanto que Giulia estuviera enojada conmigo,

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