Después de interrogar al prisionero, Sech modificó su estrategia. Decidió que la captura de Tessa podía esperar, la humillación pública de Rorek era la prioridad para restablecer la autoridad. La pequeña caravana, fortalecida por el éxito de la emboscada, cabalgó de vuelta hacia el territorio del Clan Ártico.
Llegaron a la fortaleza de Rorek en pleno mediodía. El Alfa Ártico estaba celebrando su supuesta victoria en el desfiladero, bebiendo y burlándose de la "huida" del Rey.
Sech no dio tiempo a protocolos. Cabalgó directamente al centro del patio, desmontó con un golpe seco y miró a Rorek, que se levantó de su mesa con una mueca de incredulidad.
—Rorek, es la hora de pagar el tributo —declaró Sech, su voz era un trueno que silenciaba el patio.
Rorek se rió, pero su risa sonó hueca.
—¡El Rey! Pensé que te habías arrastrado de vuelta a tu palacio, herido como una perra. ¡No me harás perder el tiempo! ¿Vienes a rogarme, o a morir?
—Vengo a impartir justicia, y a enseñarte quién mand