29. Memoria rota
POV: Lisseth Lancaster
No sé cuánto tiempo estuve ahí, sentada junto a su cama, con la cabeza apoyada sobre su pecho vendado, sintiendo apenas el leve vaivén que aún lo mantenía con vida. Las máquinas pitaban a su alrededor. Su cuerpo estaba lleno de cables, tubos, vendas. Parecía más un experimento que un ser humano. Y, sin embargo, ahí estaba él. Alejandro Montenegro. El hombre que tantas veces maldije… y al que ahora suplicaba que no me dejara.
—No puedes irte —susurré entre sollozos, con la voz quebrada por tanto llanto—. No puedes terminar así… ¡No después de todo lo que pasamos!
Mis lágrimas caían sin control sobre su cuello, y mis manos temblaban al acariciar las suyas. Estaban frías. Demasiado frías.
—¡Vamos, Alejandro! ¡Despierta! —rogué, apretando con fuerza sus dedos—. Golpéame, grítame, haz lo que quieras, pero no te vayas… ¡No así!
El pitido de una de las máquinas se elevó, agudo y constante, como si se burlara de mi impotencia. Hundí el rostro en su pecho mientras mi cor