22. Dos corazones
No dormí. No pude.
El miedo me mantuvo despierta toda la noche, dándole vueltas a lo mismo, una y otra vez, como si pensarlo más veces pudiera cambiar la realidad.
Apenas amaneció, me vestí con ropa sencilla y bajé con paso firme. No necesitaba decir mucho. Solo miré al chofer y él entendió que debía llevarme a algún lugar.
Sabía que Alejandro se enteraría. Que lo investigaría todo. Que quizás, para cuando regresara, ya tendría un informe en su escritorio con cada uno de mis movimientos. Pero en ese momento, no me importó. Estaba dispuesta a arriesgarlo todo por obtener una verdad que me estaba matando lentamente.
El camino fue largo. No porque lo fuera en distancia… sino porque mi mente no paraba.
Iba con la mirada fija en la ventana del auto, observando las calles pasar sin verlas realmente. El corazón me latía con fuerza. Me sentía vacía. Me sentía culpable por tener miedo.
Llegamos a una clínica privada, pequeña pero discreta. Nada llamativo. Perfecta para alguien que no quería se