Inicio / Romance / La esposa abandonada / Capítulo 2 — El vaso de más
Capítulo 2 — El vaso de más

Gracias

Creo que cerré la puerta de un golpe, pero no estoy segura.

No pensé. Solo actué. Como un cuerpo vacío de sentido.

Salí del coche sin abrigo, sin bolso.

Solo mis llaves, clavadas en la palma, como un intento desesperado de mantenerme consciente. De no derrumbarme.

Estaba lloviendo, una de esas lluvias tristes, que no limpia nada.

Se infiltraba por todas partes, en mi cabello y en mi ropa hasta los huesos.

Cruzé la calle sin mirar.

El corazón a punto de explotar.

Estaba vacía y llena a la vez.

Vacía de él. Llena de un miedo sordo, de un presagio atroz.

El bar está allí.

Ese que decía detestar.

Demasiado vulgar, demasiado joven, demasiado todo.

Mentira, todo era mentira.

Entro. Y el calor húmedo me agarra por la garganta.

Música demasiado alta con olores de sudor, de alcohol barato.

Y luego… ellos.

Al fondo, en un sofá, mi hermana está en las piernas de mi marido.

Ella ríe y él le sonríe.

Una mano posada sobre su muslo desnudo.

Una intimidad que no tiene nada de juego.

Es real, es asumido.

Y yo estorbo.

Me acerco, el suelo parece inestable, mis piernas son de algodón.

Pero sigo caminando. Porque no se huye de lo que se necesita ver.

Incluso si destruye.

Ella me ve.

Y sonríe.

Una sonrisa que dice: llegas demasiado tarde.

— Vaya… mira quién aparece.

Él gira la cabeza, me ve.

Y no reacciona.

Estoy allí, empapada, temblando, helada.

Y él… me analiza como se mira a una extraña incómoda.

Mi hermana se levanta, se toma su tiempo. Alisa su vestido.

Me evalúa de pies a cabeza.

— Quizás deberías sentarte. Te ves realmente patética, Gracias.

La oigo sin escuchar.

No veo más que una cosa: él.

Entonces le pregunto.

Con una voz débil, rota:

— Dime que no es verdad…

Él no responde de inmediato.

Toma un sorbo. Se limpia la boca.

Luego dice, con calma:

— Es verdad.

Mi estómago se retuerce, mi corazón se detiene un segundo.

Retrocedo un paso.

Pero me quedo.

Me quedo.

Porque no puedo irme, no aún.

— ¿Ella… está embarazada de ti? ¿Es verdad?

Él enshruga los hombros.

— Sí.

Una sola palabra, tajante y cruel,

sin rodeos y sin remordimientos.

Bajo la mirada.

Tiemblo.

— Pero… ¿y yo? ¿Y nosotros? Me prometiste… Dijiste que lo intentaríamos de nuevo… que querías un hijo, conmigo…

Él estalla en una risa seca.

— Eres estéril, Gracias. Ni siquiera has podido darme un hijo en tres años. He perdido suficiente tiempo.

La frase cae como un hacha.

Resuena.

Me desnuda ante todos.

La gente a mi alrededor se queda paralizada. Algunos ríen suavemente. Otros desvían la mirada, incómodos.

Yo siento que mis piernas ceden.

Pero no me voy.

Me acerco.

Le extiendo la mano.

Como una mendiga.

Como una mujer sin orgullo.

— Por favor… no me hagas esto… No aquí… No así. Puedo cambiar, te lo juro. Puedo… puedo ser mejor, diferente… Por favor, no me dejes.

Él me mira, disgustado.

Ni siquiera está enojado. Solo… apagado.

— Gracias, ¿te das cuenta de lo que estás haciendo? Mírate. Suplicas frente a todos, es patético.

Caigo de rodillas, ya no siento nada.

— Te amo…

Lo digo.

Lo repito.

— Te amo, te lo suplico, vuelve conmigo. No por mí… por nosotros. Por lo que hemos sido. Estoy embarazada, yo también… Acabo de enterarme.

Silencio.

Un silencio que debería impactar.

Pero él no dice nada.

Mi hermana, en cambio, estalla en risas.

— ¿Ella? ¿Embarazada? Déjame reír. Debes estar aún alucinando con tus reglas. Deja de soñar, Gracias. Ahora es mío.

Él desvía la mirada.

Ni siquiera me pregunta si es verdad. Le importa un bledo.

Estoy… sola.

De rodillas.

Delante de él.

Mi hermana vuelve.

Me empuja suavemente con la pierna, como un objeto incómodo.

— Lárgate, Gracias. Has perdido.

Me levanto lentamente.

No porque tenga fuerzas.

Sino porque no puedo estar más abajo que esto.

Me giro.

Camino hacia la salida.

Mis pasos son pesados.

Creo que estoy sangrando por dentro. Algo en mí acaba de morir.

Paso por la puerta.

Afuera, sigue lloviendo.

Pero la lluvia me parece suave, ahora.

Casi reconfortante.

Me detengo bajo la farola.

Mis manos sobre mi vientre.

— Te protegeré, murmuro.

Es la única promesa que aún puedo cumplir.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP