GRACIASNo me he ido.Ellos sí.Mi hermana y Marius abandonaron el bar como dos actores satisfechos de su actuación, de la mano, con la mirada orgullosa, los hombros en alto. Como si acabaran de cerrar un acto, sin mirar atrás, sin vergüenza, sin incomodidad.Y yo, simplemente dejé de existir en sus ojos.Me quedé de pie un largo momento, anestesiada, luego volví al bar, el corazón en apnea. La espalda recta para no tambalear.No me movía. Era esa mujer que se deja atrás. Esa mujer que se borra, lentamente, sin ruido.Luego mis piernas cedieron. Me dejé deslizar sobre un taburete, al final de la barra, donde la luz es tenue, donde nadie te mira demasiado tiempo.Una pareja reía fuerte al lado. Me sentía extranjera a este mundo, extranjera a esta vida.El barman levantó la vista. Su mirada era seca, neutra. No necesitó hacer preguntas para entender. Simplemente alzó una ceja.— ¿Algo de beber?Mi garganta estaba seca. Mi vientre, una herida abierta. Mi mente, un desierto. Y aun así, mu
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