La cabaña crujía con cada cambio de temperatura, como si respirara con nosotros. Era una construcción sencilla, hecha para sobrevivir, no para el confort. Pero con ella dentro, ese lugar frío empezaba a sentirse como algo que nunca había tenido: hogar.
Y sin embargo, el silencio entre nosotros era tan denso como el bosque que nos rodeaba.
Me desperté antes que ella. No porque no estuviera cansado, sino porque no podía permitirme bajar la guardia. Las pesadillas de Ava me habían dejado en alerta, con los sentidos afilados, y una necesidad instintiva de protegerla que no me dejaba dormir demasiado profundo. Aun así, verla dormir con el rostro sereno después de tanto, me dio la certeza de que estar aquí era lo correcto.
Desayunamos sin muchas palabras. Preparé un poco de pan caliente sobre la estufa vieja, con miel y un té que había traído Alex. No era gran cosa, pero Ava comió en silencio, agradecida, aunque evitaba mirarme demasiado. No era frialdad… era contención. Como si cualquier g