Desperté sintiéndome extraña. No por dolor, ni por pesadillas. No por frío, ni por angustia.
Era una sensación distinta… como si mi cuerpo recordara algo que mi mente aún intentaba ordenar. Como si por primera vez, después de tanto tiempo, el descanso hubiera sido real.
Me costó abrir los ojos. La luz del amanecer se filtraba suave por entre las rendijas de madera, pintando líneas doradas sobre la habitación. El aire aún era fresco, pero mi cuerpo no lo sentía del todo. Estaba tibia. Cómoda. Envuelta en algo más que una manta.
Entonces lo recordé.
Cael.
Su cuerpo estaba junto al mío. Su respiración, pausada, rozaba mi cabello. Y su brazo, aún sobre mi cintura, me sostenía con una delicadeza que contrastaba con su tamaño, con su fuerza. No me apretaba, no me encerraba. Solo me abrazaba, como si su instinto supiera exactamente cómo tocarme sin lastimar.
Me quedé así por unos minutos, sin moverme, sin hablar. Dejando que el recuerdo de la noche anterior me envolviera: el miedo, la pesadi