Alfa Ava
Me desperté con el corazón agitado.
Otra vez había soñado con él.
Cael.
Su nombre me quemaba la lengua incluso cuando solo lo pronunciaba en mi mente.
¿Por qué seguía ahí, flotando entre mis pensamientos, si él me había dejado tan claro que yo no significaba nada?
Me llevé la mano al vientre.
Nada.
Pero yo sabía.
Lo sentía.
Como si una chispa diminuta me ardiera en lo profundo del estómago, como si una voz antigua, dentro de mi sangre, me gritara que algo estaba creciendo.
Los embarazos de los alfas eran rápidos.
Cuatro meses.
Cuatro meses y yo estaría trayendo al mundo a dos cachorros que ya llevaban la marca de la traición.
¿Qué pensaría Cael si supiera?
¿Se enojaría, los negaría, intentaría arrancármelos?
Sacudí la cabeza, sintiendo las lágrimas presionarme detrás de los ojos.
No podía dejarme caer.
No ahora.
Me levanté de la cama, encontrando una bandeja de desayuno servida en una pequeña mesa de madera, al lado de la ventana.
Pan, queso, fruta, té caliente.
Comí despacio