La suite sellada vibraba con el runrún de los sistemas de respaldo. El aire olía a metal filtrado y a la tensión palpable que emanaba de Rojas. Su relato fue lacónico, brutal. Un ataque quirúrgico, tal como Clara había intuido. El equipo de Marcos, los mejores, neutralizados no por fuerza bruta, sino por gas neuroparalizante de grado militar, el mismo que había dejado a los guardias del pasillo como muñecos inertes. Marcos, alcanzado por un dardo tranquilizante de alta potencia, había logrado activar el Protocolo Fénix antes de desplomarse. Lo habían encontrado con el comunicador aún apretado en la mano, su último acto de lealtad.
—Lo llevaron a la enfermería secundaria del nivel tres —concluyó Rojas—. Está estable, pero fuera de combate. El gas... no es estándar. Es sofisticado.
—Como el que usaron en el pasillo —murmuró Clara, sus ojos fijos en las pantallas. Los puntos rojos se multiplicaban. La intrusión era metódica, limpiando piso por piso.— Matías Reyes. Ex DNI. ¿Cuánto sabe de