El mundo se redujo a sombras rojas y sonidos de pánico. El pulso electromagnético había barrido con todo sistema electrónico en un radio de diez metros, sumiendo el corazón del búnker en una edad de piedra tecnológica.
—¡Doctora! —la voz de Alessio cortó la oscuridad, cargada de una furia vindicativa—. ¡Qué error tan estúpido!
Clara retrocedió instintivamente, chocando con el frío metal del rack de servidores ahora muerto. Podía oír a Leo, el técnico, hiperventilando cerca.
—Fue… fue una sobrecarga —tartamudeó Clara, intentando mantener la farsa—. Los protocolos de Samuel deben haber sido inestables…
—¡No me tome por idiota! —rugó Alessio. Su silueta se movió rápidamente hacia un compartimento en la pared. Clara oyó el sonido metálico de una cerradura mecánica siendo forzada—. Tengo contramedidas para todo.
De la oscuridad, surgió el destello de una linterna táctil. El haz barrió la habitación y se clavó en Clara, cegándola. Alessio sostenía la linterna en una mano y en la otra, con u