Por Alberto.
La dejé en su casa, al despedirnos, ella me aclaró que no la busque nunca más, que en creía en mí.
Nunca pensé en sentir ese sabor agridulce luego de hacer el amor con Alice.
¿Para ella fue un cierre?
¿Fue una despedida?
Su teléfono seguía ignorándome.
Estaba bloqueado, no sólo de ese maldito aparato, sino de su vida.
¿Qué pasará mañana? ¿Qué será de nosotros?
¿Llegará el día que habíamos soñado?
Estar casados y ser felices para siempre, era un sueño compartido.
El tiempo era tirano, porque era eterno cuando mi corazón sangraba de dolor.
No quiero asumir que, pese a todo mi amor, le fallé mil veces.
La subestimé.
Alice era una mujer fuerte, aunque muriera de amor y alguna vez cayera en mis brazos, no se iba a permitir seguirme como si fuera mi sombra, aunque el amor la consuma, no me va a perdonar tan fácilmente como yo suponía.
Podríamos comenzar de cero, pero ella no estaba dispuesta a olvidar.
Me acerqué bastante a Clara, era el único contacto sincero, aparte de alguno