Horas antes
Zoe entró a urgencias luego de que fue trasladada en ambulancia.
Ella escuchó a lo lejos la voz de Rafael, en ese momento comprendió lo que había hecho, comprendió qué había sido una gran estupidez y que pudo haberle costado la vida.
Una enfermera se acercó a ponerle líquidos, Zoe la agarró con fuerza del uniforme evitando que ella pudiera soltarse de su agarre.
—¿Señorita se encuentra bien?
—No. No me encuentro nada bien. Yo… creí que estaba embarazada, pero no lo estoy. Mi esposo está afuera y él piensa que sí estoy embarazada.
—No la estoy entendiendo —habló la mujer.
—Que… él no puede enterarse que no estaba embarazada porque me deja. Llevamos intentando tener un bebé desde hace mucho, entiendo que él no puede enterarse.
Zoe hizo una mueca de dolor, y la volvió a sujetar para que se acercara a ella.
—Yo… yo le puedo dar mucho dinero. Si él pregunta por mi bebé, quiero que diga que lo perdí. Por favor.
—Señorita yo no puedo hacer eso. Entiendo que eso va en con