Abigail se puso de pie con su ayuda, sentía sonidos aturdidores en su cabeza. Intentó caerse, el cuerpo le ganó. Pero Arthur la sostuvo fuertemente evitando que eso sucediera.
—Te dije que saldrás normal, sin estar con pendejadas ¿Entendiste? Y más te vale que no intentes nada, no creo que quieras que tú hijo pague las consecuencias.
Ella dio uno que otro paso a su lado caminando hacia la salida, al llegar a su escritorio se encontraron de frente con Rafael quién estaba dejando unos documentos sobre la mesa.
—¿A dónde se supone que fuiste Abigail? No puedes abandonar tu puesto de trabajo de esa manera. Te recuerdo que estás en horario laboral —espetó.
—Lo siento Rafael es mi culpa ella no se siente bien y me ofrecí a ayudarla.
—No eres médico, si no se siente bien que vaya al hospital.
Ella lo miró intentando decirle algo con su mirada. A pesar de todo, en el único en el que confiaba era en Rafael.
—Eso es justo lo que vamos a hacer —Arthur respondió con una sonrisa.
—Así no es