Zoe llegó hasta su casa con Elizabeth. Se ubicó en una habitación tal y como lo había ordenado la mujer.
Elizabeth se cruzó de brazos esperando que Rafael llegara.
Tener la disposición de Zoe para realizar lo que estuviera en sus manos, era magnífico.
Tal y como lo previó, Rafael llegó con cara de pocos amigos.
—Hasta que te dignas a venir, te envíe un mensaje de que le habían dado la salida a tu esposa… te envié ese mensaje hace bastante tiempo ¿No crees que tardaste demasiado?
—Vine porque me suplicaste que viniera. Lo mío con Zoe ya está hablado y te pido que no te metas en mis asuntos, no me interesa verla o intentar arreglar las cosas con ella.
—Deja de hablar de esa manera de tu esposa, ¿No crees que esto le dolerá?
—La buscaré, pero después de esto no volveré a esta casa. Puedes venir conmigo o irte ya no tienes nada que hacer aquí.
Rafael dejó a su abuela con la palabra en la boca y subió hasta la habitación en donde estaba Zoe, fingiendo dolor intentando agarrar un vas