XVIII

No le pude volver a hablar porque me atacaba a llorar sin poder detenerme, estaba comenzando a hundirme de nuevo en la depresión. Quería escapar de ahí pero ya ni tenía fuerza para salir del cuarto o tan siquiera comer, me la pasaba todo el día durmiendo y con costos iba al baño a hacer mis necesidades. Lavarme los dientes me resultaba un tortura y bañarme casi imposible, cada ves que pensaba en eso un poco me sentía mal. Una minúscula parte de mí no se resignaba, quería seguir a su lado, quería ser amada como en los tiempos de nuestra adolescencia y tierna juventud.

Alexander era una persona muy romántica y especial, nunca me hubiera esperado su traición; me hacía detalles de papel como flores, corazones y adornos cuando no tenía dinero luego cuando comenzó a trabajar los veranos me compraba chocolates, me invitaba al cine y me llevaba a pasear. Aunque yo siempre le di regalos más lujosos los suyos siempre fueron más significativos, como cuando acampamos al lado de un lago en la noc
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