LXX

Cuando le preguntaron a Alyla que con quien prefería quedarse luego del inminente divorcio ella me eligió a mí sin miramientos, lo cual desató la ira de su padre. Le reclamó diciéndole que era una malagradecida, que como podía elegir a una mujer que nunca había hecho nada por ella, que nisiquiera me conocía y que yo era una arpía porque lo había engañado pero mi hija no cedió. Se parecía a mí, amaba con la misma fuerza y devoción, jamás dudaba de sus sentimientos pero así como era capaz de adorar a alguien tan intensamente también tenía la misma capacidad para odiar. Ese odio estaba siendo profesado hacia Tamyria mientras que contra su padre un enojo abismal los estaba separando.

Me rogó para que no nos separaramos, arguyendo que al final solo lo estábamos haciendo por un malentendido, que yo no podía permitir que la mentira de la que había sido mi mejor amiga arruinará todo. Me mantuve firme en mi posición, dictaminando un «no» bastante certero, no quería darle más razones era una n
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