LXIX

Corrí hasta nuestro habitación, con el corazón desbocado solo para encontarme con aquella fatídica escena. Grité con toda la fuerza de mi ser y le desplomé de rodillas, el efecto de la adrenalina se paso rápidamente y mi cuerpo debilitado por tantos años de postración. Alexander se incorporó, mirándome desde arriba, estaba desnudo y sudoroso demostrando la ardua faena de la que venía saliendo, lo desafíe con la mirada, que ahora solo reflejaba un profundo odio. Sus ojos lucían confundidos, Tamyria en la cama estaba impactada por la manera en que yo los había irrumpido y lloraba desesperada casi a punto de entrar en crisis.

Me atendieron rápidamente, varios médicos llegaron a revisarme sorprendidos por el milagro de mi regreso puesto que a ese punto era improbable que lo hiciera. No sabía que era lo que había sucedido pero en el momento en el que vi a mi esposo consumar una traición de forma tan explícita no pude evitar enloquecer, era como si todo mi cuerpo cediera ante aquella ira re
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