LXV

Alyla se encargó de hacerle imposible la vida a su tía Tamyria, tal y como lo prometió. Tendría que decir que estaba molesta con ella o afectada de la mala actitud que tenía mi hija pero la verdad era que no era así en lo absoluto, me enorgullecía en parte porque a pesar de todo demostraba que ella sí me quería. Estar olvidada en un rincón hacía que ese sentimiento se fuera disipando de mi mente, el afecto de Alexander me parecía algo demasiado lejano ya ni me acordaba de como se sentía. Nuestras dulces memorias se convirtieron en un recuerdo, pronto el olvido ocupo el lugar que alguna vez era del amor. Era como si el fuego hubiera quemado tan profundamente que ya no quedará nada más.

Alexander siempre apoyaba a su hija y culpaba a Tamyria: «ella tiene razón—le recriminaba—eres demasiado vanidosa no le pones la suficiente atención a los niños», «pasas más horas frente al espejo que cuidando de ellos», «Alyla tiene razón Zett parece un niño abandonado, se la pasa vagando por la casa s
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