LXIII

Que Alyla fuera capaz de verme me llenó el corazón de amor, mis días eran un poco más plenos me sentía exageradamente feliz por esa parte pero en cuanto a la relación de mi esposo y mi hermana esta totalmente destrozada. Mi hija era mi mayor felicidad, para mí ella era lo más hermoso que había en este mundo, agradecía el hecho de tenerla, de conocerla y de que ella a su vez pudiera conocerme a mí. Siempre sonreía cuando estaba cerca, mi sola presencia lograba calmar su llanto y su desesperación, la cuidaba pero no era suficiente para mí... Quería poder alzarla, sentir su calor, su humanidad. Ese amor sin contacto no era suficiente para mí pero al menos tenía la oportunidad de establecer cierto vínculo.

Así me pase muchos días, estando con mi bebé, nadie notaba mi presencia salvo una de las enfermeras pero no de manera directa probablemente pensó que era un fantasma de un antepasado porque mencionó: «está niña parece como que ve espíritus», sin embargo luego se olvidó de eso. No era
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