—Mi intención siempre ha sido muy clara, los Cárdenas no pueden dejar entrar a mujeres con malas intenciones, como Isabella —del otro lado del teléfono, Eduardo dijo con cara seria.
—En cuanto a ese acuerdo, no fue más que una medida calculada. Marisela es la chica que yo elegí, excelente y ambiciosa, con pensamientos puros.
Si dos años de matrimonio podían hacer que ustedes se enamoraran, habría sido una historia hermosa, si no podían, después cada uno se casaría como quisiera, sin interferir el uno con el otro.
Al escuchar esto, Lorenzo habló con voz amarga:
—¿Pero consideraste cómo me sentía yo? ¿Cómo qué me trataste?
Eduardo apretó los labios y después de unos segundos de silencio dijo:
—Fue precisamente porque te consideré que hice eso. Isabella no es buena persona, no quería que te estafaran y engañaran.
—Tú no querías a Marisela, así que esos dos años de matrimonio se podían considerar como si no hubieran pasado, solo que tus sentimientos posteriores hacia ella no los esperé.
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